Imagínate un día normal de trabajo con mucho estrés en que no
has parado de hacer cosas, una tras otra: Llegas a la oficina, un compañero te hace un
comentario sobre cualquier tema y sirve como excusa para hablar en el pasillo
durante diez minutos, cuando llegas a tu despacho te entretienes leyendo el
correo electrónico, entonces un compañero te dice si tienes un minuto para
tratar un tema, cuando te deja, al cabo de 25 minutos, no sabes qué estabas
haciendo. ¡Ah si¡ estaba leyendo el e-mail, continúas donde estabas. De repente
suena tu móvil ¡madre mía¡ es ese cliente tan pesado con el que te habías
comprometido a pasarle ayer un presupuesto. Contestas a su llamada y te
comprometes a enviarle el presupuesto hoy, antes de comer, sin falta. Te pones
con el presupuesto rápidamente y, cuando llevas diez minutos trabajando en ello
y parece que has cogido concentración, alguien toca en tu puerta. Es Ricardo tu
compañero del departamento de compras, te propone tomar un café; miras tu reloj
y piensas que te puedes tomar un café rápido y luego continuas con el
presupuesto. Así lo haces pero el café dura 20 minutos. Cuando regresas a tu
mesa, retomas el presupuesto. Cuando más concentrado estabas suena un aviso de
Outlook, en cinco minutos comienza una reunión de seguimiento del presupuesto
comercial (como todavía no habías mirado hoy la agenda, ni te acordabas) y no
has preparado los datos que tienes que exponer sobre tu departamento.
Rápidamente recuperas los e-mail donde
te enviaron tus subordinados los informes y tratas de imprimir rápidamente la
información. Lees los datos por el pasillo de camino a la sala de reuniones.
Llegas 10 minutos tarde y… Así hasta el final del día en que, tras trabajar
(deambular por la oficina) te llevas a casa unos documentos para leerlos y
redactar un e-mail.
Imagínate que fueras el protagonista de esta historia, es
probable que hasta te veas reflejado en alguna de las circunstancias que se
relatan. El problema del protagonista es evidente: padece una falta absoluta de
planificación y priorización, no tiene FOCO. Su día es una constante
improvisación, saltando de una tarea a otra sin mayor evaluación de su
prioridad que los sentimientos momentáneos frente a situaciones que se van
produciendo a lo largo del día. Esta persona se comporta de manera reactiva.
Las personas que actúan de esta manera se sienten
presionadas, las situaciones les sobrepasan, no disfrutan de lo que hacen, se
sienten infelices y su productividad es bastante mejorable. Y esta situación
seguirá así mientras no aprenda a
planificarse y a priorizar de forma constructiva e imponga el orden y la
eficacia en su trabajo diario.
Por tanto, Planificarse
y priorizar ¿para qué?....pues para
mejorar mis resultados, tener sensación de control y logro, disfrutar de lo que
hago y tener mejor calidad de vida. ¿Vale la pena esforzarse para ello?
El paso clave para
salir de esta situación es disponer de un sistema de objetivos definidos,
escritos y unas herramientas y técnicas que te permitan llevarlos a la acción
en el día a día. Si quieres, hablamos
sobre ello el próximo 19 de enero de
2016 en AJE Región de Murcia.
Más información e
inscripciones al taller en este enlace: http://www.ajeregiondemurcia.com/es/inicio/eventos/teventos/tdetalleevento.aspx?b441e57f-091b-4bb4-b5ac-e954b91192d8
Un artículo de Javier
Arnal.